
De chiquitísimo Oliverio sabía muy
bien lo que sería de grande: bombero, equilibrista, domador de caballos,
astronauta, mecánico de aviones, y, en los ratos libres, veterinario. Para
entonces, lo sabía muy bien.
Con el correr de los años fue
cambiando de ideas primero, dudando de casi todo más tarde, hasta olvidarse por
completo de lo que alguna vez había tenido tan claro.
Por eso es que ahora (a la hora de
esta historia digo), Oliverio no tenía la menor idea de lo que sería en el
futuro. Y, para decir la verdad, tampoco le importaba demasiado.
No porque a Oliverio no le importara
nada. No, no, no.
A Oliverio le importaba tener once
años porque le parecía que ya eran bastantes.
Le importaba tener amigos por que le
gustaba entenderse con la gente. Y le importaba escuchar música porque de esa
manera –entre ritmo y ritmo- podía imaginarse historias fabulosas.
Sin embargo, a nadie parecía
importarle todo esto. Y, desde el abuelo hasta la vecina de la casa de al lado,
los mayores no hacían otra cosa que preguntarle:
¿Qué vas a ser cuando seas grande?
[¼]
Oliverio dibujaba, y el abuelo orgulloso decía: “Oliverio tiene pasta de
ingeniero”.
Miraba atentamente un afiche y la
tía clara decía: “Oliverio va a ser un pintor famoso”.
Escuchaba música y la mamá,
entrecerrando los ojos, decía: “Oliverio va a ser director de orquesta”.
Y el papá vivía soñando con que
sería un doctor.
No pasaba un solo día sin que le
hicieran la dichosa pregunta.
[¼]
-No sé, no sé y no sé –decía Oliverio. Y en verdad no lo sabía. Y en
verdad no le importaba demasiado.
Hasta que un día se puso a pensar.
¿Qué otra cosa le quedaba? “Cuando sea grande¼”, pensó Oliverio, “la ropa que
estoy usando me va a quedar chica”¼
“Cuando sea grande¼”, pensó de nuevo, “voy a poder entrar al cine a
ver las películas prohibidas. Y voy a llegar al barrote del techo de los
colectivos y seguro que me va a gustar bañarme todos los días”.
“Cuando sea grande¼”, pensó Oliverio. Y se le vino la pregunta de la
tía, del abuelo, de la madre y la vecina: “¿Qué voy a ser cuando sea grande?”
“¡Médico? ¿Dentista? ¿Escritor? ¿Abogado? ¿Fotógrafo? ¿Guardavidas?”.
Qué se yo –dijo Oliverio. Mucho
tiempo pensó en el día que fuera grande y de repente¼
[¼]
La respuesta se abrió de pronto como una flor en setiembre.
“Cuando sea grande”, contestó
Oliverio y se quedó tranquilo para siempre¼
“Cuando sea grande”, respondió a los
que nunca más se lo volvieron a preguntar, “voy a seguir siendo Oliverio”.
¿O no?
Schujer, Silvia. “Cuando sea
grande”, en Oliverio junta preguntas. Primera Sudamericana, Buenos Aires, 1989.
No hay comentarios:
Publicar un comentario